Alimentación Saludable y la productividad
Diversos estudios sugieren que los hábitos alimenticios pueden influir en la productividad de los empleados. Mantener una dieta equilibrada es clave para prevenir la aparición de distintas enfermedades. El estrés y las presiones en el trabajo pueden afectar la capacidad de los trabajadores para evaluar el entorno de manera objetiva, e incluso provocar trastornos alimentarios. La conexión entre la alimentación saludable y la productividad también se da a nivel interno, mediante la acción de neurotransmisores. De este modo, se subraya la relevancia de una alimentación adecuada para el bienestar general de una persona.
¿Nuestros hábitos alimentarios están relacionados con la productividad?
La alimentación saludable no solo es un hábito o cuestión de salud. Incluso organizaciones internacionales advierten sobre la importancia de medir y adoptar estrategias para abordar este aspecto dentro de las empresas, dado que tendemos a comer en momentos de estrés, a consumir más de lo necesario, entre otros comportamientos. A esto se le llama alimentación emocional.
Algo tan común como comer puede convertirse en una representación de cómo manejamos nuestras emociones y nuestra vida. La alimentación emocional hace referencia a las conductas alimentarias influenciadas por los estados de ánimo y las emociones de las personas, lo que se traduce en hábitos.
Esta conexión entre la alimentación y las emociones nos permite distinguir entre una necesidad biológica y una emocional al momento de comer. La primera está relacionada con el hambre y la supervivencia, mientras que la segunda se genera por el deseo de comer en respuesta a nuestras emociones.
En este último caso, el malestar o vacío emocional se alivia comiendo en exceso, especialmente alimentos ricos en grasas. Algunos optan por alimentos dulces como chocolate, galletas o helados, e incluso hay quienes sienten la necesidad de comer constantemente para calmar su ansiedad.
Partamos de la base de que no es cierto que los seres humanos seamos seres racionales por excelencia y únicos en ello. Somos, como mamíferos, seres emocionales, y usamos nuestra propia razón cuando es conveniente y para justificar u ocultar emociones.
Baja Productividad Relacionada a hábitos poco saludables
Ya desde hace años, organizaciones muy relacionadas con el mundo laboral y de la productividad como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertan sobre la estrecha relación entre la alimentación de los trabajadores y el empleo, llegando a cuantificar el impacto de una mejora alimenticia en la productividad de las empresas, indicando que una nutrición no adecuada genera una reducción de hasta 30% en dicha productividad.
Así, en estudios como el Food at Work. Workplace Solutions for Malnutrition, Obesity and Chronic Diseases de la OIT El estudio ofrece información sobre cómo las diversas prácticas en el suministro de alimentos en los entornos laborales pueden ayudar a prevenir enfermedades crónicas como obesidad, diabetes y problemas cardiovasculares, al facilitar el acceso a una alimentación saludable.
Además, señala que las inversiones de las empresas en alimentación saludable se ven compensadas por la disminución de los días de enfermedad y accidentes laborales, así como por un aumento en la productividad. Finalmente, resalta la importancia de la relación entre la falta de alimentos y la aparición de fatiga y somnolencia, lo que afecta negativamente.

Estrés, hábitos y alimentación emocional
Entre la alimentación y las emociones existe un complejo vínculo. Tan es así que se denomina con frecuencia al intestino como nuestro segundo cerebro, pues todo lo que comemos puede tener su causa en las emociones y, de igual manera, nuestra dieta puede condicionar nuestro estado anímico y emocional.
Muchas veces hemos dicho que comemos por placer. La comida no solo tiene una función nutritiva; además, el acto de comer es placentero, desestresante.
En casos extremos, las emociones pueden afectar negativamente la digestión, provocando un síndrome de intestino irritable que condiciona posteriormente la calidad de la dieta. Dormir poco está relacionado con la obesidad, pues la falta de sueño genera estrés y se incrementan en el organismo hormonas que elevan los deseos de ingerir alimentos.
Cuando comemos para calmar nuestras emociones, tendemos a elegir alimentos grasos, lo que puede provocar un exceso de grasas en la dieta y causar enfermedades. Esto se debe a que nuestros antepasados, al pasar largos períodos sin comida y en situaciones estresantes, se adaptaron genéticamente a buscar alimentos ricos en energía, como las grasas. De esta manera, las grasas se asociaron con la reducción del estrés en el cerebro, por lo que, en momentos de cansancio, un pastel podría aliviar más el estrés que una manzana.
Contrarrestar el malestar con una buena alimentación
En realidad, cuando nos tomamos una golosina porque nos sentimos tristes, abatidos o deprimidos, lo que estamos haciendo es reforzar este estado de ánimo.
Así pues, el círculo vicioso que se crea provoca una nueva necesidad de seguir alimentándose de ese tipo de productos. A veces promueve incluso un deseo irrefrenable.
Curiosamente, los alimentos sí tienen el poder de contrarrestar el malestar general. Es decir, la depresión, la tristeza o el decaimiento pueden ser combatidos con la dieta. Sin embargo, esta tiene que ser adecuada y sana, como aquellas que contienen alimentos con un alto nivel de triptófano, aminoácido que estimula la liberación de serotonina y nos relaja al tiempo que nos vuelve más felices.
Esos alimentos son, por ejemplo, el chocolate, el plátano, las nueces y el yogur. La asociación que existe entre la alimentación y nuestras alteraciones del ánimo refleja un comportamiento alimentario inadecuado. Se trata de definir mecanismos que posibiliten a los sujetos el enfrentarse a sus problemas sin recurrir a la comida y que, a su vez, permitan regularizar su orden de comida.
- Lleva un registro de alimentos diarios
- Pregúntate: ¿se trata realmente de hambre?
- Disminuye los niveles de estrés ayudándote con ejercicio físico, rutinas de
paseo diarias, desarrollo de aficiones y de ocio, etcétera. - Buscar apoyo cercano o profesional (psicólogo y nutriólogo)
- Apuesta por un ambiente saludable, evitando tener dulces y comida rápida
en tu lugar de trabajo y, claro está, también en tu hogar.
¿Por qué hábitos saludable nos hace sentir mejor?
Hábitos alimenticios saludables nos ayuda a sentirnos bien, pues en el intestino existen muchas terminales nerviosas que envían información al cerebro.
Por lo tanto, prevenir alteraciones intestinales, así como llevar una dieta de buena calidad, nos ayuda a mantener bajo control las emociones. Una dieta suficiente en macronutrientes y micronutrientes, con buena cantidad de fibra soluble, de probióticos y de agua, es un mimo a nuestro aparato digestivo y al segundo cerebro del organismo.
Te invitamos a leer esta columna que creemos que te puede interesar!
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